viernes, abril 28, 2006

Un capricho hecho realidad

Es posible que algún espabilado sepa ya de qué va el post sólo con ver el título, sobre todo si de vez en cuando se pasea por los comentarios. Sin que sirva de precedente, ¡va a ser cooorto! (más o menos, pero en comparación…), y es que como ya comenté el otro día, Hacienda, esa amiga que todos tenemos, se ha portado bien este año y ya nos ha devuelto ese dinerillo extra que gentilmente le dimos de más a lo largo del pasado año.
¿Cantidades? Pues mire usted que no, no voy a hablar de cantidades porque queda bastante feo, pero sí es cierto que algún capricho nos pensábamos dar con él, y para que esperar.
Se trata de un DVD grabador, de esos que traen disco duro (HDD) y que te permiten grabar en DVD-R, -RW, +R y DVD-RAM (+RW sólo lo lee); reproduce casi todo pero el Dvix parece que sigue resistiéndose a algunas marcas. El caso es que hace más de un año ya andábamos con la idea de comprar uno, pero los precios eran prohibitivos y nuestra economía… Bueno, pues como la de todos. Ahora los precios son más asequibles y hemos recibido este pequeño empujón económico, así que era el momento.
Ahora ya podremos pasar todas esas series que tenemos en VHS y que ocupan un huevo (es lo que tenemos los serieadictos, lo grabamos todo y todo lo guardamos) a un formato más cómodo y duradero; también podremos pasar las más de sesenta cintas de la cámara de video de manera que quede ordenado y así poder pasarles algunas copias a familiares y amigos, que seguro que ya están hartos de esperar. Cuando grabe la presentación del nuevo trabajo de algún amigo/a le podré ofrecer una copia más o menos digna, y supongo que gracias a ese HDD podré grabar en condiciones todas esas series a las que, y que el Señor nos pille confesados, me veo abonado.
Vamos, un esperado cacharro (oye, ¿os habéis fijado que a todo le llamo cacharro?) que me tocará conectar y probar este fin de semana, que para eso es de cuatro días (el 2 de Mayo, día de la Comunidad de Madrid, obviamente es fiesta aquí), lo que quiere decir que estaré lejos de Internet durante ese tiempo, con el mono consecuencia de la adicción que provoca mirar varias veces al día tanto tu blog, como el de los demás.
Buen puente y cuidadito en la carretera aquellos que salgan.

jueves, abril 27, 2006

Yo robot... Tú chitón

Parece una coña marinera este titulito mezcla de Asimov y Tarzán, pero si lo analizamos un poco (por encima sólo, que para eso están los profesionales, y yo estoy muy vago últimamente) es cierto que ya podemos irnos echando a temblar.
Seguro que no soy el único que de un tiempo a esta parte ha observado una asombrosa proliferación de estos cacharros electro-mecánicos, entiéndase por robots, de todo tipo y colores. Tal es el auge, que hasta en los colegios de secundaria los chavales aprenden a fabricarlos de la misma manera que antiguamente hacíamos ciudades de cartulina con el único aliciente de que los semáforos consiguiesen encenderse; si con lo encoñado que estaba a esas edades con mi Mazinger me hubiesen enseñado esto, ahora sería probablemente ingeniero.
Este último fin de semana se ha celebrado la VII Feria Madrid por la Ciencia, un lugar estupendo para pasar un buen rato viendo los experimentos, y sus explicaciones, que estos chavales han preparado en su colegio/instituto para la ocasión. Nosotros ya hemos asistido en varias ocasiones, y además de divertirnos mucho, pude comprobar in situ que el año pasado el indiscutible protagonista era el pequeño robot hecho con materiales caseros. Estos robotijos gama Z, por denominarlos honrosamente de alguna manera, eran capaces de desplazarse siguiendo el recorrido de una línea, moverse en un habitáculo con unos “rudimentarios” sensores por contacto para evitar los obstáculos que a su paso encontraban, otros seguían “instintivamente” las indicaciones que con una linterna tú le podías marcar, etc. Este año la cosa ha cambiado un poco; hemos visto varios robots más grandes (de universidades y alguna fundación) y en un solo instituto robotijos pequeños, eso sí, de aspecto más comercializado gracias a Lego; sencillos dispositivos al alcance de cualquiera pero con unos básicos aunque fundamentales principios electrónicos.
Puede que de esta cantera surja en un futuro no muy lejano algún Dr. Kabuto que ayude a mejorar los robots más o menos comerciales que actualmente se venden (por unos 1500 euros te puedes agenciar un perrito AIBO de sony; el QRIO y el ASIMO son… ¿Cómo diríamos? ¿Prohibitivos?), quien sabe. Lo que está claro es que lo que antes era ciencia ficción, hoy es una realidad.
Hace dos años exactamente, tuve la oportunidad de asistir a una de las dos jornadas de la Hispabot 2004, una competición a nivel nacional de micro-robots en la que estos ingenios (en su mayoría procedente de diversas universidades) participaban en diferentes modalidades, a saber:
- Laberinto
- Rastreadores
- Velocistas
- Sumo
- Prueba Libre
- Prueba clasificatoria para la Eurobot
Brevemente diré (sí, ya sé que “brevemente” dicho por mí no tiene sentido) que la prueba de Laberinto consiste en meter al robotijo en un laberinto, conociendo previamente su plano pero desconociendo el punto de él en el que te dejan, y esperar a que salga de él en el menor tiempo posible; todo autónomo, nada de control remoto. Los Rastreadores tienen que seguir un sinuoso camino en el menor tiempo posible. Los Velocistas llevan a cabo una carrera en un circuito, saliendo de puntos opuestos; el objetivo es “cazar” al contrario.
Pero de todas las modalidades, son dos las que causan más expectación, y una de ellas es porque el ser humano es hostil por naturaleza. Si se le preguntase a un asistente a la Hispabot qué prueba le gusta más, dirá, entre maquiavélicas risitas, la de Sumo. Como se puede deducir de su nombre, esta prueba consiste en un enfrentamiento de dos robots sobre un tatami de dimensiones conocidas, ganando el que antes expulse a su rival de éste; todo lo que sea enfrentamiento tiene un sabor especial a morbo, y eso mueve masas. La otra modalidad más esperada es la Prueba Libre, es llamativa por su creatividad y originalidad. Con la imaginación de sus creadores como única limitación, estos robots deben demostrar la habilidad que los hace tan especiales, valorándose el grado de dificultad e ingenio.
La Eurobot es lo mismo pero a nivel europeo, y para clasificarse se debe pasar una prueba que se lleva a cabo en la propia Hispabot. Como veis, ya hay hasta competiciones de robots, pura ciencia ficción, lo dicho.
Tal ha sido el ritmo que esta tecnología ha tomado que hasta en eventos que a priori no tienen nada que ver con la robótica, se ven salpicados por ella. En un evento cultural como fue la última Feria del Libro de Madrid, al servicio de la lectura y escritura, fuimos de los espectadores que acudieron a una exhibición de robots futbolistas. Estos robofutbolistas pertenecían al modelo AIBO e iban (o habían, ya no lo recuerdo bien) a participar en la Copa del Mundo de Fútbol Robot ¡Dios mío! ¡Se están empezando a comercializar y ya tienen campeonato de fútbol propio! El caso es que la exhibición fue más simpática y divertida que otra cosa; ver correr a los robotijos tras la pelota, chutar a gol y estirarse para detener los disparos a puerta era digno de ver. Por supuesto hubo de todo; algunos de los “jugadores” se bloquearon, otros no tenían muy claro donde marcar, e incluso el portero perdía de vista la portería demasiado a menudo…, pero eso era lo de menos. El caso es que el otro día vi un póster en la universidad que me recordó todo este tema, de ahí el post.
En perfecto inglés (para qué se van a molestar en traducirlo, quien sabe hacer un robot sabe inglés, ¿no?) se anunciaba la edición número once de la FIRA ROBOT WORLD CUP. La FIRA es la Federación Internacional de Asociaciones de Robots Futbolistas (siglas del inglés, por supuesto), y eso significa que llevan ya los robots diez años dando patadas a un pequeño balón en un mundial de fútbol, ahí es nada.
En esta ocasión, este tremendo evento deportivo será en… ¿No lo adivináis? Pues sí, en Alemania, concretamente en Dortmund, para empezar a hacernos ya la competencia. De seguro que el espectáculo está garantizado; a nosotros nos gustó lo que vimos en la feria y debía ser como una pachanguita de patio de colegio comparándolo con el Mundial. También desconozco las facilidades que tendrán cada uno de estos robots para recuperar balones, driblar a dos o tres contrarios, hacerle un sombrero al último y según cae la pelota rematar en chilena y meter un gol por toda la escuadra. Quizás dicho así parece toda una exageración al más puro estilo de la ciencia ficción, que todos sabemos como está de poco evolucionado ahora el tema. Pero en ello radica precisamente el problema del asunto, algo que aunque a muchos nos guste, es cierto que debe preocuparnos… ¿Cuál es la verdadera finalidad de la FIRA World Cup?
Desde las competiciones de colegio, es decir, la Hispabot y demás Bots varias, ya se pretende alentar al desarrollo cada vez más ingenioso de estos cacharros, y para ello buscan nuevos retos a los que se enfrenten los participantes. En la Hispabot 2006, que precisamente hoy se inaugura (días 27 y 28 de abril), han prescindido de las modalidades de rastreadores y velocistas para colocar en su lugar el fútbol, que ayuda mucho más al desarrollo robótico (lógico si tenemos en cuenta que estos dos tipos son los favoritos en la construcción de chavales de escuela; hasta yo me he hecho uno, es un rastreador y se llama Luffyto en honor a Luffy de One Piece). Ante este panorama es de suponer que en la Eurobot ocurrirá algo similar, y que en cada nueva edición de su Copa del Mundo el nivel de los participantes irá asombrándonos de manera creciente… ¿Pero hasta dónde? Esa es la pregunta.
Fue en la Feria del Libro, durante aquella exhibición de AIBOs, donde nos lo revelaron: conseguir un equipo de robots futbolistas capaz de ganar a un equipo de fútbol normal; la fecha prevista como límite, el 2050, dentro sólo de 44 años.
Bueno, puede que para entonces alguno de los que ahora leen esto aún pueda verlo, pero está claro que si en este “pequeño” período de tiempo se consiguen androides (doy por hecho que tendrán forma humana, claro) capaces de recuperar un balón, regatear a un Zidane y Ronaldinho, hacerle a Roberto Carlos un caño, luego un sombrero a Pujol y rematar al estilo Hugo Sánchez para colarle al Casillas de turno un gol por toda la escuadra…, ¿qué será del futuro del ser humano ante seres artificiales de agilidad superior y mayor capacidad de conocimiento? Y esto sólo en el campo deportivo.
Acabarán probablemente encargándose de todo, llevarán el peso de nuestras vidas, de nuestra sociedad, economía, industria…, ¿política? Mientras tanto no tendremos más remedio que aguantar con nuestros frágiles cuerpos y nuestras limitadas mentes, y esperar a ver lo que deciden hacer con nosotros.
Lo dicho, chitón.

lunes, abril 24, 2006

Un troncho de carne caliente

Impresionante, un inconmensurable placer visio-culinario al que nos vimos sometidos el pasado Viernes Santo, un lugar no apto para quienes no gusten saborear los placeres de la carne; y es que el sitio no es precisamente para vegetarianos.
Pero empezaré por el principio.
Tal como ya he comentado en otra ocasión, ese día, en plenas vacaciones de Semana Santa y acompañados por unos amigos, nos perdimos por algunos pueblecitos de los alrededores de Madrid. Fue algo tranquilo, mucho coche, algunas paraditas, ver algo aquí, tomar algo allá… Vamos, lo típico en un turismo seudo rural con la intención de oxigenar un poco esos pulmones acostumbrados a la polución de la gran ciudad. Puedo asegurar que fue bastante completo y que nos lo pasamos realmente bien. Estuvimos visitando el embalse de Sacedón, con parada en ambos lados y disfrutando de la vista que nos ofrecía el mirador (a la derecha de la foto). También estuvimos el la Puerta del Infierno; una curiosa formación rocosa a través de la cual, y gracias a tres pequeñas grutas cavadas en la roca, transita la carretera. Por la tarde acabamos bebiendo agua del Balneario de Solán de Cabras; mira que llega lejos mi incultura que siempre he creído que se encontraba cerca del Pirineo Catalán, mea culpa.
Resumiendo, una jornada agradable y divertida, con muchos kilómetros rodados y, como no, una buena comida en el ecuador de dicho día.
El lugar elegido fue Casa Goyo, un restaurante especializado en comida casera en el pueblecito de Alcocer, en la provincia de Guadalajara. Al final no me quedó muy claro si alguno de los que venían con nosotros había visitado con anterioridad el local en cuestión o todo era de oídas, el caso es que el asombro fue generalizado.
Fuimos siete en la comida, un niño y tres parejas. Nos sentaron en una de esas mesas redondas donde todos podíamos vernos y disfrutar a la vez de cualquier conversación, tan raro en las mesas rectangulares. De entrada, para ir abriendo boca y sin pedir aún, nos sirvieron una racioncita de queso; un par de lonchas al menos por cabeza. Entonces pedimos unos entrantes. Por consejo de uno a quien le habían dicho que allí se comía de manera bárbara, sólo pedimos una ración de lacón a la gallega y un revuelto de trigueros. Para el peque, a quien no se le iba a pedir nada de carne, se solucionó con una sopa y una ración de croquetas.
Llegó el lacón, y siendo cierto que aunque bueno se le podía equiparar al de otros lugares, éste venía loncheado en semicírculos en una gran bandeja; riquísimo. El revuelto no tardó en aparecer, y al igual que el lacón lo hizo en otra gran bandeja; jamás había visto espárragos trigueros tan grandes. Ya estábamos acabando con ambas bandejas cuando llegaron las croquetas y la sopa; obviamente el peque no se iba a comer todo, así que le ayudamos con algunas de las croquetas. Por mi parte debo aclarar que la sopa, depositada en sopera y abandonada sobre la mesa, dio suficiente para su plato, para algunas cucharadas que su padre no se resistió a tomar, y para que yo les ayudara con un platito… ¡Rica, rica!
Tras aquellos entrantes que tras degustarlos ya empezamos a sentirnos algo más que bien, aterrizó el plato fuerte. Ante el temor de excesiva comida alguno cambió el churrasquito por un solomillo, por lo que la cosa quedó en cinco deliciosos solomillos acompañados con una espesa salsa a la pimienta, y un solitario churrasco. En el instante en que vimos aparecer los solomillos nos quedamos sin habla…, sin habla, pero no mudos, pues nuestras risas reflejaron toda nuestra sorpresa ¡Cada uno de ellos rondaba los seis centímetros de alto! Eso significaba que incluso abiertos transversalmente (dos se abrieron del todo para pasarlos un poco más), cada parte poseía casi más altura que el habitual de cualquier restaurante.
Pero el descojone general llegó como guarnición del churrasco.
Misma altura, aproximadamente una cuarta de ancho por cuarta y media de largo… ¡Impresionante! ¡Un rasillón pero de carne! Cuando lo pasaron un poco más (un bicho así nunca se puede hacer por el interior, nunca), tuvieron que traerlo en una de las bandejas pues el plato, de esos grandes y ovalados, se quedaba notoriamente insuficiente. Ni que decir que entre los solomillos y el churrasco sobró carne, pero es que mi antiguo dicho “Reventar antes que sobre” podía ser llevado hasta sus máximas consecuencias.
La hora del postre. Nos encontrábamos ya sin pizca de hambre, pero tratándose de un lugar especializado en postres caseros, ¿cómo no te pides algo? “¿Algo ligerito?, me han dicho que los flanes también van sobraos… ¿Pedimos uno para los tres? Vale” dijimos los chicos. Con los solomillos y el churrasco me corté de hacerles una foto, pero los casi treinta centímetros de delicioso flan casero me pudieron. ¿Diez centímetros para cada uno después de la comilona? No, por favor, que lo vomito todo. Aun así nos comimos medio flan, el resto nos lo pusieron en un taper de plástico, nos lo envolvieron en papel y nos lo entregaron en una bolsa listo para llevar. Puede parecer extraño, pero allí lo tienen así preparado porque lo habitual es que te sobre “mucha” comida y los clientes se la acaben llevando a sus casas. Un par de sorbetes de limón (muy rico, por cierto) en copa grande cervecera uno y en copa de postre alargada el otro, para quienes no comieron flan, la cremita de orujo y los cafés, dejaron zanjada la comida.
A punto de reventar, así acabamos y así me sentí las siguientes cuatro horas, pero las sorpresas culinarias, finalizadas por suerte para nosotros, no acabaron ahí. Bastó observar las caras de los comensales de las distintas mesas para apreciar que el asombro era generalizado. Una de las especialidades del lugar es el San Jacobo… Que decir, ¿os imagináis una empanada gallega a lo grande? Pues lo mismo pero en San Jacobo; los de la mesa de al lado se dejaron media, y eso que eran varios. En otra mesa, frente a la nuestra, una pareja se pidió flan con nata y fresas; imaginaros sus expresiones cuando les sirvieron un flan igual que el nuestro, totalmente rodeado de nata y cubierto de fresas, ¡y eran dos! Uno de los postres de la carta era hojaldre con nata; otro deleite visual con un impresionante hojaldre en forma de cisne y relleno de nata en vez de plumas… ¿Y las tartas? Cada porción se asemejaba a un tercio de la tarta en sí.
En fin, no alcanzamos a ver nada más, pero seguro que en aquella cocina se seguían preparando algunas sorpresas.
Hay que decir que en el sitio se come hasta quedar saciado y que eso se nota a la hora de pagar, que te da un mareo de mil demonios cuando ves la cuenta. Pero si comparamos el precio con la cantidad y calidad de la comida, hay que reconocer que el sitio no es tan caro. Si no queremos que ni el estómago ni el bolsillo se resientan, no parece adecuado hacer una comilona así muy a menudo. Pero creo que perderse tal espectáculo culinario no tiene perdón de Dios, así que aquí está su tarjeta, por si algún valiente se anima.
Por cierto, por si alguien no se había dado cuenta, la cuchara delante del flan es sopera, y no de postre.
Que os aproveche.

viernes, abril 21, 2006

Sueños rotos..., menos mal que tenemos Loctite

Cuando el otro día amanecí, un ataque inesperado de optimismo me cogió por sorpresa. Fue contradictorio y surrealista a la vez pues se trataba del primer día de curro tras las vacaciones, santas y benditas ellas, y el despertador acababa de sonar estridentemente a las seis quince de la madrugada. Con tales antecedentes y sin haber pegado ojo no pude comprender en ese momento de dónde narices había salido esa desbordante felicidad, mas aun cuando en absoluto me sentía radiante, eufórico, ni nada que se le pareciese.
En el baño, ese íntimo lugar donde realmente giran los engranajes de nuestra azotea y a la vez que nos aliviamos nos surgen las mejores de nuestras ideas, me sentí tan iluminado como las pobres tortugas cuando de repente les encendí la luz… ¡Qué amanecer más repentino! Debieron pensar.
En la noche anterior, conciliar el sueño se convirtió en una tarea harta imposible, por eso hice lo que siempre hago en estos casos, divagar en lo que llamaríamos “mis historias”. Generalmente son de poca importancia que me llevan directamente al sueño o, como en ese caso concreto y por más temas que abordó mi mente, me lo quitó del todo. Pero en esa vigilia recordé algo que vi durante el día y que no veía desde hacía años.
Los caminos neuronales son un misterio, pero ya fuese por el optimismo o porque era una forma de negar la realidad, esa mañana, en algún momento entre los esfuerzos y el lavado de cara, he caído en lo cierto que es eso de “Nunca es tarde si la dicha es buena”, o lo que es lo mismo, que la esperanza en algo es lo último que debe perderse. Creo que mi aspecto recién levantado, dormido, ojeroso y más agotado que un peluche sin pilas Duracell, me recordó lo a gusto que el día anterior nos movíamos por la ciudad con esa agradable sensación que da el saber que todos curran menos tú (excluyendo a los pobrecillos que dependen del INEM, mis respetos). Entonces es cuando piensas “tengo un buen trabajo, que bien… Pero que bien viven algunos por ahí”, y te das cuenta que tu vida, aunque genial y maravillosa, te gustaría que fuese como en su día soñaste, que fuese mejor… y es cuando la realidad se impone y sabes de antemano que nunca cambiará.
¡Pues no! No estoy de acuerdo.
Uno de nuestros deseos puede ser vivir la vida tal y como la hemos soñado, pero no es el único, seguro, y algunos de ellos pueden llegar a hacerse realidad, ¿y por qué no ese? (ésta es la vena optimista, por si alguien no se había percatado); sólo hay que tener esperanza y buscar, que no esperar, un golpe de karate de la diosa Fortuna para conseguirlo.
Que algunos deseos se hacen realidad es evidente; quien más quien menos ha deseado algo que a la larga ha conseguido. De la misma forma algunos sueños parecen imposibles de alcanzar; totalmente de acuerdo, pero “parecer imposible” no es lo mismo que ser imposible. Luchar por ese sueño parece la mejor forma para su culminación, pero la especial característica de algunos de ellos hace que nuestras esperanzas recaigan en alguna jugada de nuestro destino.
Decir “Como no me toque la lotería…”, y que te respondan “¡Coño, juega! Si no juegas cómo te va a tocar…”; es tener razón a medias.
Conocí a un tipo que sin comprar lotería le tocó treinta y tantos millones en la de Navidad; un claro ejemplo de que si te ha de tocar, da igual lo que hagas o no, al final te acaba tocando. Este sujeto en cuestión fue un recluta de mi mismo reemplazo en aquellos tiempos ya lejanos en que el servicio militar era obligatorio ¿Dónde? En Transmisiones, en el Goloso. Como pertenecíamos al último reemplazo del año y aún no habíamos jurado bandera, carecíamos del derecho a la participación de Navidad que adjuntaban a las novecientas pesetas de paga extra. Pues bien, el segundo premio cayó en Ingenieros (Zapadores y Transmisiones pertenecen a dicho cuerpo) en el Goloso y todo aquel que recibió una participación ganó un dinerillo para amenizarle esos doce meses de reclusión; pero a él le tocó más de treinta. Andaluz, de Jaén, se jactaba de que nunca compraba lotería. Un primo suyo, teniente del cuerpo, le regaló dos décimos enteritos… Su ilusión, adquirir un camión para currar como transportista, ya se podía hacer realidad; sin gastarse un duro.
“No, yo es que con treinta kilos no dejo de currar, que esa es mi ilusión…”; pues tranquilos, que también tengo un ejemplo. Este otro afortunado vivía en el mismo barrio de Sonia, casi vecinos; gente de vida normal, como la vuestra o la mía. Un inesperado día sus padres acertaron una primitiva de las gordas, más de… ¡Mil millones de las antiguas pesetas! ¡Quién se lo iba a decir a él!; seguro que algún sueño se cumplió con ese dinero y golpe de fortuna.
Pero estas historias de loterías lo único que hacen es ponernos los dientes más largo de lo habitual y no reflejan realmente lo que quiero expresar, aunque ayuden. Por eso intentaré resumiros una experiencia personal que refleja claramente como esa esperanza es algo que debe siempre permanecer viva.
Soy de tendencia competitiva, y esa forma de ser me empujó a deportes donde tal actitud es muy valorada; aunque no nos llevemos a engaño, la contradicción constante que reina en mi persona hizo que fuese un paquete como deportista. Estuve apuntado en el equipo de fútbol del colegio, pero rara vez estaba siquiera convocado, y si lo estaba era como suplente. Un día que ni estaba seleccionado fui a ver el partido, eran a las ocho de la mañana, había llovido y aquello prometía ser un barrizal. Faltaron algunos jugadores y yo, que casualmente llevaba mis botas, pasé a ser titular… Perdimos 4-7, pero eso para mí fue lo de menos, había hecho un gran partido (no muy técnico pero sí puse corazón) y en la siguiente convocatoria me pusieron titular; un par de días antes de ese partido dejé ese colegio.
Estuve en un equipo de fútbol-sala en el barrio, al menos ahí jugaba casi todos los partidos, pero bastante poco; la competición era dura y jugaban los mejores. Lo bueno era que el entrenador era el padre de un amiguete y claro, el hombre ponía la voluntad al servicio de la amistad; pero primaban los resultados.
Jugué al fútbol-sala de nuevo en un equipo que formó un cliente de la empresa donde mi padre trabajaba, ¿la intención? Jugar, y supongo que ganar, el Open de Madrid de Fútbol-Sala. Empecé como jugador de campo, pero tras lesionarse cuatro porteros en sólo cinco partidos (bueno, tampoco llevaban mucha preparación y eran “mayores”) yo pasé a ser titular indiscutible en la portería por el resto del campeonato. Sólo ganamos el último partido de los veinte que jugamos, 8-7, con todos nuestros tantos de un mismo jugador. ¿Lo más anecdótico?, los dos resultados de 20-0 (es decir, que dos veces me cascaron veinte goles) y el cachondeo posterior y continuo de los amiguetes, lógico por otra parte.
Con esto quiero hacer entender que para mí el hecho de pertenecer a un equipo ya era suficiente; si además jugaba, era la leche; si metía un gol o paraba algún penalti, la hostia; y si por una borrachera cabezona del azar salíamos victoriosos…¡La rehostia! Por eso mismo, quizás por la necesidad de dar rienda suelta a ese afán competitivo o sentirme integrado como uno más en un equipo, durante las olimpiadas de Los Ángeles 84 empezó a cocerse la verdadera anécdota que ilumina este post.
Siempre se me ha dado bien eso del nadar, supongo que veranear toda mi infancia-juventud en un apartamento con piscina dio ese beneficio. Así que cuando el water-polo se me erigió como protagonista indiscutible de las transmisiones televisivas de esa olimpiada, como que el tema me enganchó y, con quince añitos, decidí entrar en un equipo de water-polo; ahí es nada.
Ya en Madrid, me pasé por el Club Natación Canoe lleno de buenas intenciones y mucha voluntad… “Eres ya muy mayor para esto, búscate otro lugar”, me dijeron sin hacerme prueba alguna. ¡Cojonudo! ¡Y a dónde narices piensa que puedo ir en Madrid si no conocía otro sitio?
Fin de un sueño.
El tiempo empezó a pasar, entré en el numeroso club de los adultos (sólo por edad) y llegó la natación; una práctica solitaria que al menos permitía picarme con el de la calle de al lado. Como consecuencia de esto me curré un título de monitor de natación cuya breve experiencia la contaré cuando sea más oportuno.
A los veintinueve años comencé a trabajar en mi actual puesto, como PAS (Personal Administrativo y de Servicios) en una universidad. Para entonces el gimnasio y la natación habían quedado atrás hacía tiempo y extrañamente habían aparecido unos cúmulos de grasa con nombre de neumáticos alrededor de mi abdomen. Pero con el nuevo trabajo llegó un día una inesperada sorpresa; en una de las carteleras un papelote animaba a quien quisiera a formar un equipo de water-polo para el Campeonato Universitario Nacional. Al llevar más de un año en este trabajo podía pertenecer al equipo, así que ni corto ni perezoso me presenté con mis buenas intenciones y lleno de voluntad, otra vez; con treinta y un años me convertí en el más carroza del recién creado equipo universitario de water-polo.
Mi sueño se hacía realidad.
Entrenamos cuatro días mal contados. Por mi parte, a base de espinacas cocidas y sesiones de natación en la piscina municipal, llegué al primer partido con 83 Kg. y un razonable estado de forma; comparado con el resto del equipo (todos jóvenes universitarios) podía parecer algo ridículo, pero ahí estaba yo dispuesto a dejarme la piel en el partido.
El campeonato nos resultó corto, demasiado corto. La clasificación previa era contra otras universidades madrileñas; tres partidos en total, tres partidos perdidos… la tónica deportiva de mi vida. Pero la progresión inversa, número de jugadores-tiempo jugado, hizo que mi actuación fuese de más minutos de lo esperado; en el último partido sólo había uno de los siete suplentes del primer día, además a nuestro portero se le salió el hombro y jugué prácticamente todo el encuentro. Orgulloso, y con la pobre Sonia que se tragó los tres partidos (eso sí, se rió mucho con mis pintas gorrito orejero, bañador slip y michelín al descubierto), di por realizado uno de mis sueños dieciséis años después de que éste surgiese viendo water-polo en la cafetería de un hotel.
Tras la no clasificación y lo caro que resultaba mantener un equipo al carecer de piscina propia, el equipo se disolvió.
Salvo el recuerdo emocional que mantendré vivo hasta que la senilidad me lo arrebate, sólo me quedan tres recuerdos físicos de esa experiencia; unas fotos desde la grada donde una piscina está llena de puntitos azules y blancos; el bañador, que sigo utilizando cuando eventualmente me paso por la piscina municipal; y lo que vi el lunes cuando por una casualidad le enseñé algo de un archivador a Sonia, las copias de las tres actas de los partidos donde aparece mi nombre junto a los goles metidos y faltas cometidas…, dos casillas en blanco.
Como veis hay sueños que se cumplen cuando menos te lo esperas. A mí me ocurrió con éste, y tengo una larga lista en espera de la oportunidad adecuada para llevarlos a cabo. Que no todos se van a cumplir lo sé, pero el que lo haga me llenará de mucha, muchísima satisfacción; aunque no gane ningún partido.
No perdáis nunca de vista vuestros sueños, pues no sabéis cuando se podrán hacer realidad.

martes, abril 18, 2006

V de vacaciones

Es la hora de las brujas en la noche del Viernes Santo, y aunque no sea la mejor hora para ponerse a escribir este post, pues es seguro que el sueño me invada y acabe con incongruencias mentales hasta el punto de no distinguir lo que estoy escribiendo, sé que es el día y el momento adecuado. Todo viene porque es el primer rato que tengo libre desde que hace una semana me dieron unas pequeñas vacaciones de diez días en el trabajo.
Lo más seguro es que a pesar de empezarlo hoy, lo termine mañana. Probablemente hasta el próximo martes, primer día de curro, no tengáis la oportunidad de aburriros con este resumen de lo que en definitiva ha sido mi vida en esta semana. Pero no voy a contaros con pelos y señales todo lo que he hecho, sería eterno por la manera en que habitualmente me enrollo al escribir, y además habría muchas cosas que carecerían de interés y se haría pesado y monótono. Por eso, al igual que cruzamos un río saltando de piedra en piedra, me voy a fundamentar en cinco cantos que por orden cronológico representan las cinco películas que hemos ido a ver al cine, y por supuesto las circunstancias que rodean a esas cinco sesiones.
Hoy Viernes Santo no debería contar pues lo hemos quemado en compañía de unos amigos, recorriendo algunos pueblos de los alrededores de Madrid hasta llegar prácticamente a Cuenca. Nos hemos reído mucho y también mucho hemos comido, tanto que esas dos horas que hemos pasado en un pueblo perdido de la mano de Dios se merece un post por sí solo, vaya si se lo merece, un gran comentario sólo comparable a tan espectacular banquete… Pero eso tardará aún un par de días en llegar. Ahora debo retroceder una semana en el tiempo y situarme en el punto en que Sonia y yo nos arreglábamos para ir a ver El guerrero sin nombre.
Era tarde avanzada, ese mismo viernes por el mediodía me habían dado vacaciones y el cansancio y sueño habitual en mí había sido ya combatido con una siesta; pequeñita, no necesito dormir mucho por la tarde. Ultimábamos detalles antes de salir cuando una entretenida charla telefónica con mi hermana cambió los planes… “Oye –me preguntó ella-, que dice tu cuñado que si le invitas a ver Tirante el Blanco”, “¿Tirante el Blanco?” contesté extrañado, mas que nada porque son poquísimas las pelis españolas que vemos en el cine. Sí, ya sé, el cine español es cojonudo, hay que apoyarlo y todo eso, vale…, pero nuestros gustos cinéfilos están totalmente americanizados, que le vamos a hacer. Aun así recordé la curiosidad que sentía Sonia por esa película, por aquello del caballero que intenta conquistar a la inocente princesa, una situación típica pero que le parecía muy romántica… “Vale, ¿esta noche os viene bien?”. Dicho y hecho. Pasamos una velada entretenida, cenando en mi caso una ensaladita en el Burger (¿Qué contradicción, no?), hasta el momento en que la peli empezó… ¿Qué puedo decir? A mí, y conste que fue una opinión generalizada, me pareció lenta, falta de emoción y con un Tirante que rozaba lo patético; que sí, que está dirigida por Vicente Aranda, tiene un presupuesto de la hostia, un buen reparto, etc., pero esos soporíferos 125 minutos lo único que consiguieron fue reforzar nuestra condición de cinéfilos comerciales.
A la mañana siguiente recogimos a nuestras dos sobrinas en su casa del pueblo para que pasaran, aprovechando las vacaciones que disfrutábamos los cuatro, unos días con nosotros. Con diez y trece años, nuevos juegos por el cercano cumple de ambas, y con unos tíos dispuestos a malcriarlas, os podéis hacer una idea de lo que han sido estos días para ellas. Jugamos al Trivial Disney versión dvd hasta que se repitieron las preguntas; nos retorcimos y caímos jugando al Twister; las compramos ropa, libros y pelis; dibujamos y coloreamos a Bambi y al Rey León en el patio de casa; nos reímos mucho haciéndonos un sin fin de cosquillas; nos grabamos en video y nos hicimos fotos; nos saltamos cualquier norma dietética y comimos hamburguesas, churros con chocolate, tortitas caseras con nata, mermelada de fresa y sirope de chocolate, tarta, perritos calientes con ketchup, mostaza y mayonesa, paninis; vimos dibujos animados, series y películas en casa; y como no, fuimos al cine un par de veces… Yo he ganado entre tres y cuatro kilos de peso pero ellas se piensan que tienen los mejores tíos del mundo.
La primera peli la vimos el propio sábado por la tarde; El guerrero sin nombre, aplazada el día anterior, fue la elegida. Una producción española y de animación de la que tuvimos conocimiento esa misma semana a través de uno de esos periódicos gratuitos que te dan cada mañana, el ADN. Gracias a cinco cupones que publicó de lunes a viernes, al comprar las entradas para esta peli te regalaban un dvd con el Así se hizo, el videoclip del tema principal y un videojuego virtual que como es normal no puedo leer en mi cacharro. Ninguno teníamos la menor idea de lo que trataba la peli, pero llegado a ese punto daba igual, era de dibujos animados y lo importante era conseguir el Making of, así que de cabeza… y me alegro.
Ni que decir tiene que nos gustó mucho más que la de Tirante; quizá pequemos de infantiles por reconocer nuestra afición a este tipo de películas, pero nos da igual. Poseía bastante acción y una trama que en ningún momento te la hacía parecer larga. Hecha en su totalidad por ordenador, con un acabado final de dibujo animado, cuenta la historia de un caballero repudiado que se gana el sustento como soldado de fortuna y que en una de sus misiones encuentra las claves con las que intentará recuperar su estatus; un producto entretenido del que creo tienen previsto sacar serie y todo. Algunos movimientos en los personajes, sobre todo cuando andaban, resultaban poco natural, pero asumiendo esto nos hizo pasar un buen rato.
La niñera mágica fue la segunda peli que vimos con ellas; teniendo en cuenta sus edades no podía ser de otro modo. A mí se me hizo un poco pesada, más que nada por lo predecible que resultó todo; una especie de Mary Poppins interpretada por Emma Thompson. A Sonia le pareció bonita y romántica y a las niñas les encantó, así que debo ser yo el bicho raro del grupo.
Dejamos a nuestras sobrinillas de vuelta en su casa el miércoles por el medio día, y casi sin tiempo para recuperarnos, esa tarde quedamos con una amiga habitual de este blog, Pily B. Primero estuvimos los tres de compras culturales (entiéndase por un libro, un recopilatorio de música y un par de comics) para acabar después en el Starbuck. Allí, tomando cafés y algún que otro zumo de naranja, nos contamos curiosas batallitas de nuestras vidas; un rato tela agradable en el que nos reímos y disfrutamos de su compañía. Un breve comentario ya al final de la noche bastó para reafirmar el hecho que al igual que a muchas otras chicas (a Sonia, por ejemplo), la sola presencia de Johnny Depp en el plantel artístico de una película es motivo más que suficiente para ir a verla. Por esa misma razón, tras variar los planes nocturnos en beneficio de poder grabar la serie Andrómeda y de lo cansados que nos podíamos llegar a sentir tras el ajetreo de ese día, el jueves por la mañana y en sesión privada (como es habitual en estas sesiones, puedes llegar a ser el único ocupante de la sala), vimos The Libertine, la última peli estrenada de Johnny Depp.
Está basada en la figura del Segundo Conde de Rochester, John Wilmot, un noble intelectual que vivió en la segunda mitad del siglo XVII y cuyo talento en la escritura sólo era comparable a su rebelde personalidad y libertina actitud ;disfrutaba de la bebida y del sexo como ningún otro, no sólo de aquella época, sino de cualquier otra. Con un monólogo introductorio no apto para puritanos se auto presenta la peli, el resto… Johnny Depp se caracteriza, entre otras cosas, por sus excentricidades en la pantalla, y este personaje permite que en la cinta halla casi de todo. Lo bueno de la primera sesión del día es que al estar descansado es casi imposible aburrirte por poco que te guste el cine, y además reconozco que este hombre hace un trabajo bastante bueno, en su línea. A Sonia le gustó bastante, y no dudo en absoluto de su juicio, pero a mí me pareció más normalita (parecida a Desde el Infierno); si la ves en las últimas sesiones te puede vencer el cansancio y hacérsete algo pesada.
Al salir de la sesión, que no del cine, y teniendo en cuenta que la tarde la teníamos libre, que mejor plan que ver una de esas pelis que verdaderamente deseas ver; marchando un par de buenas entraditas para V de Vendetta. De esta película no puedo ni debo decir nada malo, está genial.
Sí, de acuerdo en que todo va en gustos y lo que expreso es un juicio subjetivo mío. Pero en ningún momento he tratado de hacer críticas formales de estas producciones, sino limitarme a reflejar mi parecer, dar simplemente mi opinión, por eso diré que ambos salimos encantados tras verla. Desconocíamos casi por completo la trama, sabíamos algo acerca de un estado totalitario, una rebelión…, una venganza, pero esquivar las revistas de cine cosechó su fruto y tampoco habíamos hablado con nadie acerca de ella, y de la novela gráfica de Alan Moore y David Lloyd ni hablemos; así que íbamos un poco a ciegas. Nos pareció una cinta inteligente, de terrible actualidad pese a estar basada en un futuro cercano y haber sido escrita y dibujada hace casi veinte años. La dualidad héroe terrorista invita a la reflexión, aunque pocos lo harán. Llena de romanticismo muy al estilo de El Fantasma de la Ópera, con sus momentos de acción (no es una cinta de acción desbordante), sus sorpresas y… en fin, todo lo que hace que en absoluto se te hagan pesadas las dos horitas que dura; es cierto que hay un momento en que sientes que se va haciendo un poquito larga, pero en realidad se trata de una ilusión temporal. En definitiva, los dos salimos con tal regusto de satisfacción que no nos importará verla de nuevo, si se diese la ocasión.
Como se ve no ha sido nada mala le semana, con mucho entretenimiento, mucho cariño y muchos, muchos gastos. Así que hoy sábado (sí hijos míos, ya es sábado tal y como vaticiné al principio) pasaremos un día tranquilo y relajado, disfrutando de la paz hogareña, del placer de la lectura, de la satisfacción de la escritura, del gozo absorbente de la televisión, y nos olvidaremos de salir incluso para comprar el pan.
Ayer hablamos de las casas colgantes de Cuenca, la verdad es que no están tan lejos y hoy no es mal día para ir… ¿Y la Fnac, nuestra segunda casa? Hoy está abierta y desde el otro día estoy con ciertas ganas de hacerme con el cómic de V de vendetta… Bueno, tal vez nos acerquemos luego un rato, y de paso puedo mirar el cuarto de Estela, y ya que estamos…
Si es que no tenemos remedio.

viernes, abril 07, 2006

El asedio

Me sorprendo mirando la fría llanura que se extiende ante mí en este anochecer tardío. La Luna aparece en un cielo aún dominado tímidamente por el astro rey, y me estremezco al pensar lo que está apunto de ocurrir. Aquí, en nuestra fortaleza de polímeros carbonados y metal, somos conscientes de lo que se avecina; el peso de nuestro enemigo invisible pugna por doblegar nuestra determinación que se mantiene a duras penas firme, conocedores de que un solo ápice de cesión significaría perderlo todo.
Ella se vuelve, y en su rostro descubro la desconfianza. Le correspondo con una sonrisa alentándola para que de la señal…; duda, pero al final se decide.
A nuestros sentidos nos llegan agudos y diferenciados sonidos que indican que el transmisor principal está intentando enlazar con la Gran Red; e inmediatamente sufrimos el ataque, tan esperado como poco deseado.
Confusas y contradictorias noticias nos llegan del primer frente. Tras vernos obligados a desarticular nuestro sistema cortafuego al incompatibilizarse con la transmisión, nuestra legión antivírica es la encargada de rechazar la primera oleada. Emergentes notificaciones nos advierten de la superioridad invasora; las bajas son importantes y nuestras unidades se ven contagiadas por el virulento enemigo. Sin cortafuego, y con la legión considerablemente mermada, les es fácil crear una aguda incisión en nuestra defensa y llegar hasta la misma entrada principal de nuestra atalaya.
Es el turno de ella.
Las unidades lideradas bajo su mando salvaguardan dicha entrada repeliendo las encarnizadas embestidas de enlaces virtuales que la plaga está generando. Lucha codo con codo junto a sus numerarios, eliminando a velocidad de vértigo las conexiones piratas surgidas de la nada tan solo un segundo antes. Pero aun así todo esfuerzo parece vano, en esta ocasión el enemigo nos desborda y la razón nos inculca la idea de que todo está perdido. Los invisibles garfios emitidos abren distintos caminos al interior de nuestra fortaleza y la guarnición, demasiado veterana y agotada de las continuas luchas desde que se instaló el viejo transmisor principal, sucumbe dolorosamente rápido ante el superior enemigo. Nuestra logística se hace ineficaz y entonces me sorprendo al no extrañarme; sólo era cuestión de tiempo, no hay que buscar culpables.
Ha llegado mi turno. Con el atalaya a punto de sucumbir ante el enemigo sólo puedo hacer uso del cuerpo prohibido. Libero los ad-aware con la orden de acabar con todo bicho viviente…; estoy desesperado y no concibo otra solución. Mis unidades muestran su probada eficacia ante el invasor, son destructivos e inconscientes, y no distinguen entre bandos. Pero los invasores también esconden un as en la manga; un inmenso coloso traspasa los debilitados muros que tantas veces nos han resguardado. Se trata de un Spyware lo peor que nos podía pasar; sólo su aura ralentiza la acción de mis guerreros. Mis desaprensivas tropas se lanzan entonces dominados por el fragor de su propia carnicería, resolutiva ante esta nueva amenaza… Pero el coloso parece disfrutar con esa niñería; nunca antes habían llegado tan cerca del transmisor y se siente optimista ante el desenlace final de esta contienda. Despliega toda su potencia ofensiva en una impresionante demostración de poder, y nuestros ad-aware, nuestra última esperanza, desaparecen bajo el intenso calor de la calcinación… Todo está perdido.
La distingo tras mi derrota y la veo no rendirse ante la evidencia. Me mira con la misma desesperación que siento yo, pero sus ojos, lejos de súplicas, lo que hacen es advertirme. Sé lo que se propone y casi no me da tiempo de ponerme a cubierto. Desde mi efímera protección veo como sus ojos adquieren el intenso fulgor del fuego justo antes de que su poderosa fuerza mística se expanda por toda nuestra fortificación… Lo ha hecho, una vez más lo ha hecho.
Exhausta, extenuada hasta la saciedad, recibe mi aprobación; ha retrocedido el tiempo y hemos regresado al punto donde se inició el combate. Observamos de nuevo la disposición de la legión antivírica, en perfecta formación esperan una vez más el temido ataque, ajenos a lo ocurrido. Los numerarios bajo el mando de ella custodian de nuevo una inviolable entrada principal, dispuestos a dejarse la piel por salvaguardarla en caso de que fuese necesario; si supiesen lo que ya han dado por ella… El cuerpo prohibido aún permanece retenido y nuestra logística ha renacido y prepara con gran avidez las defensas de la atalaya, igual que pasó momentos antes de que ella diese la señal, cuando aún no había ocurrido nada… Pero ambos sabemos que la realidad es otra muy distinta; la pesadilla que más temíamos se ha transformado en cruel realidad.
Como si de troyanos se tratasen, unidades invasoras se han mimetizado entre la guarnición y ahora permanecen aquí, resistiendo de manera incomprensible al trastorno temporal y asentándose, junto a enlazadores banners, en los propios cimientos de nuestra atalaya. Tardamos un poco en comprender lo que le está ocurriendo a nuestra guarnición; el intruso nada ético que es el Spyware también permanece en el interior y la infestación se está extendiendo rápidamente… La transmisión en circunstancias tales se nos hace del todo imposible. Ante esta situación optamos por el aprovechamiento de las pocas posibilidades que nos quedan: ella evitará en la medida de lo posible la toma de la atalaya y del transmisor principal en ella ubicada, aguantando con uñas y dientes hasta que una esperanzadora ayuda llegue. Yo, en cambio, partiré en viaje solitario en busca de la fortificación amiga más cercana, desde donde solicitar los refuerzos necesarios y transmitir los nuevos informes… Me es duro abandonarla, pero es necesario.
Todo forma ya parte del pasado. Ahora me encuentro solo, cansado, sediento y hambriento… a once días del bastión más cercano. En mi mente permanece aún su perturbador recuerdo, sucumbiendo en la defensa del atalaya poco antes de mi partida, luchando hasta el final como si de una nueva Juana de Arco se tratara. Ahora se encuentra fuera de este cruel juego…, una verdadera lástima; la Gran Red la llenaba de energía y le daba vida… Todos la echaremos de menos.
Yo, por el contrario, conseguí torear el asedio gracias a mi dualidad, y por lo tanto la esperanza de que pueda volver a transmitir informes es elevada. Pero eso no ocurrirá hasta que mi viaje encuentre la paz en su final, y como ya he dicho, no creo que esto ocurra antes de once días. Me queda la esperanza de que en mi camino se cruce alguna de nuestras patrullas y me permita realizar mi misión de manera anticipada, pero es simplemente una tortuosa idea que alimenta mi cordura engañosamente.
Me queda un largo viaje por delante, y estoy cansado…
Fin de la Entrada

jueves, abril 06, 2006

Cruce de caminos

Pienso en lo curioso que resultan algunas cosas, sobre todo esas interesantes coincidencias que hacen que, por ejemplo, este post pueda hoy ver la luz.
El pasado martes por la tarde tuvimos que elegir entre dos planes bien diferentes e incompatibles entre sí. Por un lado nos apremiaba la necesidad de no demorar más la compra de una serie de regalos para los cumpleaños de tres de nuestros sobrinos. Puede que fuese por una coincidencia de la vida, por una cuestión matemática, o porque cuando llega el calorcito del verano parece que apetece más, el caso es que tales cumpleaños nos caen bien seguiditos (29 y 31 de Marzo, y 6 de Abril, hoy), si le sumamos el hecho de que este fin de semana es más que probable que los veamos, la consecuencia es una serie de “peticiones” específicas que sus tíos malcriadores debían atender. Nos esperaban distintas jugueterías y centros comerciales para encontrar esos regalos que iluminen las caras de ángel de ellas, y la de diablillo asalvajado de él.
La otra jugada sobre la mesa era asistir a la pequeña presentación que Christina Rosenvinge haría de su nuevo disco Continental 62 en el auditorio de la Fnac de Callao. A Sonia le gustan algunas de sus canciones de siempre, y por lo tanto le apetecía bastante ir. Pero el hecho de que su nuevo disco sea mayoritariamente en inglés, y que los sobrinos pasen a tener nuestra preferencia, inclinó la balanza hacia la primera opción y decidimos tragarnos el atasco de las siete y media de la tarde en la N-5 para ir al Toys”r”us de Alcorcón, esperando solventar así nuestros problemas. La noche se saldó con dos de los tres sobrinos resueltos, una pasta gansa gastada, y un post que hacía referencia a cierta anécdota relegado al olvido por no asistir a tal presentación. Así habría terminado la cosa si no fuese porque ayer recibí un e-mail algo inesperado… y eso hizo que me decidiese a escribirlo.
La noticia de la presentación de Christina me trajo a la memoria aquella vez que hablé con ella. Una situación corriente y repetitiva que se volvió anecdótico por el nombre de sus dos protagonistas. Eran otros tiempos, debía de tener veintipocos años y a menudo salía con un buen amigo en plan solteros, a pasarlo bien, bailar y ligar algo si se terciaba. Por aquella época mi roll era de esbozo de fotógrafo frustrado; en realidad la frustración llegaría más tarde. Pero como profesional de la fotografía dejaba mucho que desear. Varios books a jóvenes aspirantes a modelo y algún que otro concierto no representaba el mejor currículo, sobre todo si tenemos en cuenta mi falta total y absoluta de ingresos por aquellas fotos. De los conciertos sólo saqué un buen repertorio de actuaciones gratuitas pues no vendí ni una sola toma, de las chicas monas sólo recibí el placer que proporcionaba el fotografiarlas; ellas posaban ante mi objetivo y a cambio yo les proporcionaba esas fotos que tanto necesitaban para empezar su carrera. No sé si a ellas les valió de algo esta relación simbiótica, a mí lo único que me aportó fue un montoncito de fotos de chicas monas. Con el tiempo he visto a alguna salir en anuncios de la tele, pero creo que ninguna logró su sueño tal como se lo habían planteado en un principio.
Este amigo y compañero de juergas, que no diré su nombre pero que todos los que me acompañaron en aquella época saben quién es, consiguió un par de invitaciones para la presentación en la discoteca Pachá de un álbum especial de Miguel Ríos. Por supuesto ese día no existió más plan para nosotros que el de vernos rodeado por gente VIP del espectáculo. Allí disfrutamos del concierto, allí bailamos, bebimos (tenía esa edad en que los tequilas, las cervecitas, y las películas estomacales de batido de chocolate eran comunes en mis fines de semana), intentamos ligar, etc.; en definitiva, lo pasamos bien.
Cuando acababa la noche fue cuando la vi.
Ella estaba tomando “algo” apoyada en la barra, de cháchara tranquila con alguien que acababa de despuntar en esto del mundo musical, Alejandro Sanz. Claro, si yo no hubiese estado chisposillo posiblemente allí hubiese acabado nuestra noche. Pero ante el aliento y empuje casi físico de mi amiguete, me enderecé como pude y me dirigí directamente hacia nuestra amiga Rosenvinge.
- Oye, perdona, ¿puedo hablar contigo un momento? –les interrumpí vilmente y sin reparo alguno.
- ¿Hablar conmigo? –preguntó ella extrañada.
- Sí, es sólo un momento –dije esta vez mirando a Alejandro Sanz.
- Mientras no habléis de sexo… - dijo él brillantemente.
- Mira –le dije ya a ella, supongo que con la lengua medio trabada-, es que soy fotógrafo ¿sabes? Y quisiera hacerte unas fotos…
- Es que tengo mi propio fotógrafo particular y bla, bla…, bla…
La conversación fue bastante breve, y con una elegante excusa zanjó el tema y se quitó a un pesado de encima; a mí, no al Alejandrito.
No recuerdo al día de hoy si le di una tarjeta o por el contrario le apunté mi número en una servilleta de la manera más profesional, el caso es que mi amigo y yo tuvimos tema de conversación y de risas a mi costa durante una temporadita, recordando de vez en cuando la primera vez que el camino de los tres se cruzaron.
Ayer, en el momento en que recibí su correo, fue el segundo.
Si estuviésemos manteniendo una correspondencia de forma habitual, no habría que encontrarle la casualidad. Pero desde que tengo correo en el trabajo, el de ayer pudo ser fácilmente el primero en cuatro o cinco años, justo cuando el recuerdo de aquella noche se había refrescado en mi mente… y eso sí es una coincidencia.
De aquella anecdótica noche me quedo con un par de cosas. La primera la frase de Alejandro Sanz… mientras no habléis de sexo… Ahí estuvo sembrao. La segunda cosa con la que me quedo es con mi amigo, con ese recuerdo revivido de muchas juergas juntos. Ya lo sabía, pero me reafirmo en la clara convicción de que por muchos años que pasen, a pesar de que nuestras circunstancias y costumbres nos distancien cada vez más y estemos largo tiempo sin saber unos de los otros, sigo queriendo a esos amigos con los que disfruté mi juventud, y siento alegría cada vez que recibo noticias de ellos.
Y de Christina Rosenvinge sólo me queda decir que si hubiese aceptado no se habría perdido una sesión de fotos cojonuda.

miércoles, abril 05, 2006

Cinco horas con Mario

El desagüe interior no tiene el honor de ser el primer nombre de este blog, no señor. Si bien su inauguración oficial podría fecharse el 31 de Marzo de 2006, unos días antes ya existía en un, digamos, período de pruebas. El nombre improvisado para tal ocasión, su primer nombre en realidad, fue El cubículo del Barón, como clara referencia al Barón Ashler de Mazinger Z.
¿Por qué uno provisional? Bueno, parece lo más normal si atendemos a esa inseguridad innata en mí, por eso quería practicar antes de ver como me desenvolvería en él, aunque la única sufridora de mis escritos fuese quien más me conoce. De acuerdo, puede que parezca una tontería, pero a mí me sirvió y me ayudó a darme cuenta de que si te lo propones, con bastante frecuencia encuentras algo que contar, algo que te puede parecer una chorrada contarlo en público pues piensas que no le va a importar a nadie lo que digas, lo que hagas o lo que te ocurra, pero algo al fin y al cabo. Por eso aceptas que unos posts pueden conllevar mayor interés que otros, que algunos generarán por lógica un aumento de comentarios y otros, en cambio, pulirán las redondas formas del cero… ¿Y acaso ocurre algo si es así?
En principio esto del blog lo hago principalmente por mí, o eso es lo que creo suponer. Pero a la vez intento ser consciente de quienes me leen, entiéndase por amigos varios, conocidos varios, o incluso alguna alma en pena despistada que aterrice aquí sin darse cuenta.
Tras ver que seguía prolongando crear este blog de manera definitiva, basándome en excusas vacías con las que me quería convencer de lo contrario, el viernes pasado me lancé de cabeza y sin flotador a una piscina que confió en llenar con mis propias vivencias, al menos lo suficiente como para no quedarme clavado en el fondo. Pero, ¿qué provocó que ese día precisamente me diese esa neura que te engaña para hacer cosas que temes hacer?, ¿que yo solito, en la seudo soledad del curro, enfrentándome a mi indecisión, pensase que era el momento adecuado para saltar? Pues algo tan sencillo como dos ¿Locuras? No, locuras parece algo exagerado, más bien dos atrevimientos que tuvimos Sonia y yo esa semana y que de no surgir el desagüe interior quedarían limitados a nuestro único recuerdo.
El primer atrevimiento ocurrió el sábado 25. Un par de días antes el periódico Qué! anunciaba en minúscula reseña una exposición fotográfica sobre Yuri Gagarin, el primer hombre que llegó al espacio. Ésta se llevaba a cabo en Zaragoza, y con la dificultad añadida de que sólo era por las tardes, desde las 18:00 hasta las 21:00. ¿La suerte? Que los sábados abrían. Prácticamente se decidió en el acto. Ese sábado, sin madrugar, montamos en el coche para llegar a la una del mediodía a Zaragoza; a las doce menos cuarto de la noche estábamos de vuelta en Madrid… ¡Sólo por ver unas fotos!
Pero sobre el amigo Yuri ya zanjo el tema pues le tengo reservado un post para él solito.
El segundo atrevimiento que catalizó la decisión tomada y del que me apetecía comentar algo, ocurrió el jueves 30 de marzo; entre el Cubículo y el Desagüe, tierra de nadie, relegado al desconocimiento… Pero ahora tengo un blog, un lugar donde contar aquella experiencia. En fin, que nos fuimos de concierto.
Últimamente, los últimos meses se entiende, hemos decidido vivir nuestra vida en pareja algo más de lo que lo estábamos haciendo últimamente, los últimos años se entiende. No quiero decir con esto que estuviéramos entrando en crisis, para nada, pero la desidia casera, la monotonía y la falta de emociones como que se dejan notar; el cansancio hace su presencia, el estrés doméstico… Vamos, que no había crisis pero sí se precisaba un cambio. Desde entonces salimos más los dos solos los fines de semana, más cines, más cenas fuera de casa, más paseos ciudadanos y, sobre todo, más conciertos.
El del jueves era uno de esos benéficos, una buena causa; la pobreza en el Tercer Mundo. Organizado por Pobreza Cero, actuaron varios grupos y artistas en solitario que a tenor del precio de las entradas debieron hacerlo de manera desinteresada, 5 euritos. A cambio podías ver, mas o menos en este orden, a Iván Ferreiro, Revolver, Ismaello, Kiko Veneno, Antonio Orozco y La Unión. Nuestro interés se centraba principalmente en La Unión, un grupo que nos gusta de siempre y del que también pudimos disfrutar con su nuevo disco de versiones en la sala Galileo, aquí en Madrid. El evento en cuestión se llevó a cabo en el Palacio de los Deportes, Ave Fénix donde los haya, y su comienzo estaba previsto para las 8:30 de la tarde. En esta ocasión decidimos hacer uso del foso y olvidarnos del graderío. Supongo que las ganas de bailar y pasarlo bien nos impulsó a ello, algo así como cuando teníamos quince años menos y nos metíamos en todo el mogollón a brincar y saltar a ritmo del grupo de turno. Rodeados de juventud veinteañera nos compramos una cervecita sin alcohol (no todo es desmelenamiento, que después había que coger el coche), y a esperar.
Tranquilos que no me extenderé en explicar detalladamente lo que fue el concierto, mas que nada porque aprecio a la mayoría de los que lean esto. Pero sí diré que acabamos de África hasta el moño; de pobreza cero, pero cero cero, hasta las narices; de los descansos entre actuaciones hasta la coronilla; y del dolor de pies y piernas hasta los huevos… Menos mal que La Unión, el grupo que clausuró el concierto, tocó cuarenta y cinco minutos, de quince a veinte más que los demás. Revolver salvó los muebles con un aprobado y Antonio Orozco, pese a que no somos precisamente seguidores de él ni conozcamos sus canciones, pasó con nota.
Siento reconocer que en general se nos hizo pesado, aunque el no tener ya veinte años puede llegar a influir. También afecta el hecho de que todas las mañanas el despertador nos pone firme a las seis, o que al llamar a este post Cinco horas con Mario no me refiera precisamente a la novela de Miguel Delibes, sino a lo que compartimos con Mario, Rafa y Luís (La Unión) y demás artistas durante las cinco horas que duró el concierto (desde las 21:00 hasta las 2:00).
Llegamos a casa y nos acostamos cerca de las tres de la madrugada… PipipipíPipipipí… ¡Joder! ¿Ya son las seis?

lunes, abril 03, 2006

De otakus y mangakas

Mentiría si dijera que me considero un gran experto en manga ya que ni siquiera me considero un gran aficionado a él, es mucho más sencillo que todo eso; el mundo del noveno arte en general me atrae y por consiguiente el dibujo japonés puede encontrarse en las estanterías y demás rincones desordenados de mi casa. Ante esto debo aclarar una cosa, mi afición a la cacharrería, a los robotijos, al espacio y demás elementos adjuntos a la ciencia ficción es la clara tendencia que marca lo que tengo.
Por todo ello siempre es un buen motivo aprovechar la reunión anual de Expomanga para darse una vueltecita por la Casa de Campo, y tras perdernos y atascarnos durante casi una hora por las sempiternas obras de la M-30, llevarnos la agradable sorpresa de que en ese día el aparcamiento era gratuito; algo a su favor.
La verdad es que una de las cosas que más nos divierte de Expomanga, no sólo esta vez sino también las anteriores, es ver a los otakus, o aficionados al manga, disfrazados de sus personajes favoritos del anime en general y de algunos juegos en particular, entiéndase por Final Fantasy principalmente; se ve que hacen lo que pueden con escasez de medios y mucha imaginación en la mayoría de los casos, en otros pocos, con mejores recursos, les queda logradísimo. Mucho y todo divertido.
Como ya he dicho, yo de manga lo justo. No porque no me guste, sino porque abarco tal cantidad de aficiones que mi conocimiento y disfrute de cada una de ellas se ve obligado a la moderación, de lo contrario necesitaría días de cuarenta y ocho horas y eso, hoy por hoy, creo que es imposible. Aprendiz de todo, maestro de nada… Eso soy yo. Aquí en casa podemos ver la serie Patlabor de principio a fin, podemos leerla y hasta ver sus películas. Appleseed podemos más leerla que verla. A mi Mazinger Z de toda la vida ya puedo tanto leerlo como verlo gracias a Ángel y Mari Jose; y últimamente One Piece, todo un descubrimiento, tanto se ve como se lee a medias. Algunas películas como Metropolis, Akira, Spriggan, Steamboy, Memories, El viaje de Shihiro o La princesa Mononoke también nos regalan su compañía, pero a poco más se extiende nuestro ínfimo universo conocido de este arte japonés. Con esto quiero aclarar que tampoco íbamos con la idea de saciar nuestras ansias consumistas con volúmenes y nuevas colecciones, o llenar el coche de muñecos y figuras que tanto nos gustan y que ya de por si atiborran todas nuestras estanterías. Nuestra búsqueda se iniciaba con una figura del Doctor Infierno y así poder completar el trío de malos malosos junto al Barón Ashler y el Conde Brocken. A la búsqueda se le sumaría el merchandising habitual de Mazinger, Patlabor, One Piece, etc., limitándonos a nuestro pequeño universo.
Vimos muchas colecciones que nos hubiesen encantado llevarnos a casa, pero la pasta es la pasta, y sin apenas comprar nada nos dejamos un buen puñadito. La cosa empezó con un par de colecciones limitadas que se encontraban en oferta y además tenían completa ¡Qué más se puede pedir! Edén, de Hiroki Endo, fue la primera; un virus acaba con la práctica totalidad de la vida en La Tierra, a los supervivientes les queda… ¿un paraíso? Luego llegó Level E, de Yoshihiro Togashi, donde ciertas intrigas entre los extraterrestres que viven en nuestro planeta acaban con problemas para los humanitos de a pie. En el mismo puesto encontramos una joyita, una baraja de Mazinger Z, ésta ni pensarlo, directamente a la bolsa (una vez bien ojeada en casa descubrimos que mas bien se trataba de una circonita, pues gran parte de los dibujos dejaban mucho que desear).
Vimos, como no podía ser de otra forma, a algunos mangakas (dibujantes de manga) aficionados y no tanto deleitarnos con sus creaciones de lápiz azul; oímos desgañitarse a los pobres infelices del concurso Humor Amarillo; asistimos a una pequeña sesión de Body Painting en el pecho de una chavala, sonriente y roja como un tomate; y nos recorrimos todos los puestos al menos tres veces. Del bueno del Doctor Infierno ná de ná, no es que tuviésemos muchas esperanzas, la verdad. Pero a nuestro carrito de la compra se le sumaron varias cosas interesantes, como el primer volumen de Planetes, de Makoto Yukimura; las aventuras vividas por unos recuperadores de deshechos espaciales en la órbita terrestre (hace tiempo me quedé con ganas de agenciármela… y claro, el influjo de la feria del manga es muy convincente). También encontramos dos barajas, dos, de One Piece; un rubí y un zafiro para los seguidores de la serie. Una cartera con logotipo en cuero de Final Fantasy y el cuarto volumen de Bok, King Bok, un simpático ET verde rana creación de Jesús Martínez del Vas cerraron la sesión.
Reconozco que el sábado me costó salir de un pabellón en el que habíamos pasado ¿Cuánto?, ¿tres horitas? Poco para lo que me hubiese tirado allí, pues estas convenciones tienen algo que te atraen, que te engatusan y acaban por dejarte un sabor agridulce cuando te ves obligado a abandonarla.
¿El consuelo? Las casi mil cuatrocientas nuevas páginas llenas de excitantes aventuras e impresionantes viñetas que esperarán pacientemente a ser leídas; creo que como consuelo no está nada mal.